“Castiga a quienes se portan mal para que hagan lo que decimos que está bien”.
Dicho así, la premisa de la “teoría del control” llama un tanto la atención y suscita cierto rechazo. Menor es la antipatía que genera la idea de que “tenemos cierto derecho, o incluso obligación, de imponer a los demás aquello que estamos convencidos es bueno”. Porque, a fin de cuentas, muchas personas, no solo han descubierto “lo que es correcto para ellos”, sino también “para los demás”. ¿Ha venido orientando esta creencia nuestra actitud como padres, nuestra disposición como líderes o directivos, nuestra acción al “ayudar” a los demás? Glasser se revela contra la coerción -incluso en sus sutiles y socialmente aceptables maneras de expresarse- proponiendo una psicología de la “elección” que desplace los usos y abusos del control externo como herramienta de interacción social.
La obra de Glasser cabalga entre el sentido común, la reflexión técnica y la experiencia práctica de su proyecto de “escuelas de calidad” (que ninguna relación guarda este concepto con el propuesto por los procesos de certificación). Partiendo de la insatisfacción personal que genera el esquema de imposiciones externas, tanto para quien las sufre como para quien las pretende, nos propone la confianza en las capacidades del otro como criterio rector en las relaciones de cuidado, ayuda, asesoramiento y educación; el respeto hacia los puntos de vista divergentes como fórmula de convivencia; la humildad o realismo a la hora de valorar nuestras “convicciones”, junto a la fortaleza de defenderlas de cualquier imposición externa. Para ello, sin duda, es consciente de que ha de desmontarse un paradigma de siglos, una forma de estar en sociedad y de percibir las relaciones que ha impuesto a nuestra especie una cultura de la opresión y el enfrentamiento. Las dosis de imaginación y esfuerzo que esto supone son grandes; el logro que se atisba es imprescindible para un futuro verdaderamente humano.
Lectura motivadora e inquietante para padres, educadores, lidere y directivos y para cuantos tienen la responsabilidad de atender las necesidades y dificultades que los otros nos presentan. Imprescindible para quienes puedan correr el riesgo de olvidar que la libertad nos constituye como quienes somos.
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