Educación Vicenciana. Provincia España-Sur

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EMAIL AL ORIGEN…

Para: vicente.paul@hijascaridadesur.es
Asunto: FOEVI 2019

Querido Señor Vicente:

Desde esta ventana abierta al espacio y al tiempo que es internet, y en el sueño de conectar con un solo click del ratón de mi ordenador un pasado de raíces y un futuro lleno de frutos, aprovecho para enviarte este mensaje de agradecimiento por la invitación recibida para visitar la que en un tiempo fue tu casa.

Herederos de una historia, transmisores de un carisma, responsables de un futuro… sugerentes palabras las que aparecían en la invitación. Y vaya la cara de sorpresa de mi compañero cuando le definí casi al llegar con el icono de Google mi estado de ánimo… ¡en búsqueda! No encontré un símbolo más adecuado porque respondía a tu invitación con unas ganas inmensas de encontrar en los compañeros, en las hermanas, en las palabras, en lugares y en los gestos las respuestas a una pregunta que siempre ronda en mi cabeza: ¿por qué educar de una manera diferente?

Y resulta… que no hay respuesta mágica. La respuesta está en nuestra mirada cuando “mirar” significa ver más allá de lo que es evidente, cuando “escuchar” es oír la voz de quien no puede decir nada. La respuesta es asomarnos a las pobrezas propias de nuestro entorno y de nuestro tiempo que casi no son de pan y sí de valores, de fortalezas, de estructuras familiares o de arraigos. La respuesta es el silencio de nuestro trabajo diario y creativo que se convierta en un gran megáfono para resquebrajar cimientos de estructuras injustas y promocione dignidades personales.

La respuesta está en mirar hoy a nuestro alrededor con tus gafas y después llenar nuestras manos de la ternura de Luisa de Marillac para acompañar a nuestros alumnos, para animarlos, para elegir estrategias educativas en función de las necesidades de cada uno y sobre todo para poner siempre nuestro esfuerzo en el que más nos necesita.

El regalo de estos días ha sido la encina que da sombra a tu tierra… como ella hundir las raíces en el Evangelio para elevar luego nuestras ramas en pos de sueños más altos, más cerca del cielo, ¡de un cielo nuevo!

Por tu invitación y por las hermanas que me la hicieron llegar, por todos los que me acompañaron, por todo lo vivido y lo compartido… ¡¡GRACIAS!!

María Dolores Díaz

SE PALPA LA EMOCIÓN

El día 28 de junio de 2018 no nos costó madrugar, es más, el grupo de 144 educadores vicencianos que estábamos en Éibar, amanecimos con la ilusión certera de saber que íbamos a conocer, sentir y vivir los lugares de origen y experiencias de la infancia de nuestro querido Fundador: San Vicente de Paúl.

El viaje comienza a las 9:15 horas. Destino: El Berçeau, lugar de nacimiento. El trayecto se hace cómodamente pues acompaña el paisaje típico, repleto de caseríos aislados, plantaciones de manzanos y vid, y, en definitiva, «naturaleza que hipnotiza».

Lo primero que vivimos fue una hermosa celebración en la  renovamos las promesas de nuestro Bautismo. Entrábamos en la Iglesia que fue testigo del Bautizo de San Vicente. Allí, dejamos todos nuestros deseos y peticiones ante la pila bautismal, utilizando el símbolo de la luz. En este ambiente, escuchando un bello repiqueteo de campanas, se agolparon las emociones, pues revivimos y afirmamos nuestra misión heredada y, con ello, recordábamos a «los nuestros», principalmente nuestros alumnos y, entre éstos, los más necesitados.

¡Pero aún quedaba más!

En unos diez minutos llegábamos al Berçeau y, allí, nos encontramos con la casa que vio nacer y vivir a San Vicente los primeros años de su vida. Mientras saboreábamos nuestro picnic rodeados de un paisaje idílico vimos, como si saliera de la nada y con una gran historia que contar, las casa de Ranquines.

Fue curioso, éramos muchas personas alegres y parlanchines… pues bien, al entrar se hizo un silencio absoluto. Se oye a alguien que dice: «Se palpa la emoción». Nada más real.

Jamás una casa suscitó tantos suspiros, unos zapatos tantas fotografías, unas habitaciones tanta imaginación. San Vicente estaba allí, lo vi en todos y cada uno de nosotros. Lo vimos mirándonos a los ojos. Unos ojos que decía sin hablar: ¡GRACIAS!

 

 

 

 

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